Si no me equivoco, llevamos una semana varados debido a
la rotura de la vela solar. Aproximadamente. Es difícil llevar la cuenta en el
espacio, donde no hay día ni noche, sólo el lento y callado transcurrir del
tiempo.
Una vez remendada la vela de plasma, el viento estelar
nos impulsará de nuevo. Es cierto que llevará algún tiempo recuperar una
velocidad aceptable y que este retraso puede llegar a tener consecuencias no
deseadas. No obstante, espero que no sean demasiado graves.
Deberíamos haber solucionado la avería hace tiempo. La
Inteligencia Artificial de la nave descubrió al momento la rotura que en la tela habían
causado los meteoritos y puso en marcha el protocolo de emergencia sin dilación.
Me costó despertar, y fue un triunfo despejar mi mente completamente. Los
primeros días todo parecía estar filtrado por una especie de niebla que daba a
todos los instrumentos una consistencia casi etérea, casi irreal. Lo peor, sin
embargo, es el frío que aun siento fluyendo por mis venas. Yarkovsky dice que
no me preocupe. Aparentemente, es normal después de tanto tiempo hibernando.
No me cae mal Yarkovsky, aunque me preocupa su apatía.
Dijo que se ocuparía de arreglar la vela, pero siempre encuentra una excusa
para posponerlo. Entretanto, seguimos parados a medio camino de ninguna parte. Le
he dicho que no podemos seguir así, que este viaje estaba programado para que los
protones, electrones y las partículas alfa que expelían las estrellas impulsaran
nuestra nave a través del espacio mientras dormíamos. Y ésa era la palabra
clave: dormir. La misión sólo podría ser posible si nuestros cuerpos eran
preservados, y eso no sucedería si estábamos despiertos. Aún tenemos agua y
provisiones, pero no durarán. Debemos arreglar la vela, y volver a la cámara –
a la nevera, es como le ha dado en decir a Yarkovsky – y dormir. La nave se
encargará de todo, de mantenernos con vida durante nuestro letargo, de manejar
trayectorias y evitar obstáculos. Pero para ello, antes hay que arreglar la
vela.
Parker también está
realmente molesto. Dice que debo ser yo el que salga afuera y arregle la vela.
Yarkovsky, asegura, es un peligro. Con su indecisión está poniendo en riesgo no
sólo la misión, sino también, y sobre todo, nuestras propias vidas. A veces le
doy la razón a él, y a veces a Yarkovsky, más que nada por mantener la paz.
Realmente, no sirve de mucho. No se pueden ver, y hacen todo lo posible por no
coincidir.
Últimamente no sé en quién de los dos confiar.
Probablemente en ninguno de ellos, aunque Parker tiene razón en una cosa:
Yarkovsky no va a arreglar la vela. Y él tampoco. Debo hacerlo yo. Debo
vestirme el traje espacial y salir afuera, y terminar con todo ésto. Pero temo que aprovechen mi ausencia y cierren la escotilla por dentro. Que
quede atrapado, paradójicamente, en la inmensidad del espacio.
Al fin y al cabo, sólo tenemos una “nevera”.
Y si sólo hay una cámara de hibernación, sólo uno puede
sobrevivir.
Pero, en tal caso, Yarkovsky, Parker o yo, tan sólo uno de
nosotros pudo despertar en la cámara. Sólo uno de nosotros pudo partir desde el origen.
¿Y si no soy yo?
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