sábado, 17 de junio de 2017

Viento Estelar

Si no me equivoco, llevamos una semana varados debido a la rotura de la vela solar. Aproximadamente. Es difícil llevar la cuenta en el espacio, donde no hay día ni noche, sólo el lento y callado transcurrir del tiempo.
Una vez remendada la vela de plasma, el viento estelar nos impulsará de nuevo. Es cierto que llevará algún tiempo recuperar una velocidad aceptable y que este retraso puede llegar a tener consecuencias no deseadas. No obstante, espero que no sean demasiado graves. 
Deberíamos haber solucionado la avería hace tiempo. La Inteligencia Artificial de la nave descubrió al momento la rotura que en la tela habían causado los meteoritos  y puso en marcha el protocolo de emergencia sin dilación. Me costó despertar, y fue un triunfo despejar mi mente completamente. Los primeros días todo parecía estar filtrado por una especie de niebla que daba a todos los instrumentos una consistencia casi etérea, casi irreal. Lo peor, sin embargo, es el frío que aun siento fluyendo por mis venas. Yarkovsky dice que no me preocupe. Aparentemente, es normal después de tanto tiempo hibernando.
No me cae mal Yarkovsky, aunque me preocupa su apatía. Dijo que se ocuparía de arreglar la vela, pero siempre encuentra una excusa para posponerlo. Entretanto, seguimos parados a medio camino de ninguna parte. Le he dicho que no podemos seguir así, que este viaje estaba programado para que los protones, electrones y las partículas alfa que expelían las estrellas impulsaran nuestra nave a través del espacio mientras dormíamos. Y ésa era la palabra clave: dormir. La misión sólo podría ser posible si nuestros cuerpos eran preservados, y eso no sucedería si estábamos despiertos. Aún tenemos agua y provisiones, pero no durarán. Debemos arreglar la vela, y volver a la cámara – a la nevera, es como le ha dado en decir a Yarkovsky – y dormir. La nave se encargará de todo, de mantenernos con vida durante nuestro letargo, de manejar trayectorias y evitar obstáculos. Pero para ello, antes hay que arreglar la vela.
 Parker también está realmente molesto. Dice que debo ser yo el que salga afuera y arregle la vela. Yarkovsky, asegura, es un peligro. Con su indecisión está poniendo en riesgo no sólo la misión, sino también, y sobre todo, nuestras propias vidas. A veces le doy la razón a él, y a veces a Yarkovsky, más que nada por mantener la paz. Realmente, no sirve de mucho. No se pueden ver, y hacen todo lo posible por no coincidir.
Últimamente no sé en quién de los dos confiar. Probablemente en ninguno de ellos, aunque Parker tiene razón en una cosa: Yarkovsky no va a arreglar la vela. Y él tampoco. Debo hacerlo yo. Debo vestirme el traje espacial y salir afuera, y terminar con todo ésto. Pero temo que aprovechen mi ausencia y cierren la escotilla por dentro. Que quede atrapado, paradójicamente, en la inmensidad del espacio.
Al fin y al cabo, sólo tenemos una “nevera”.
Y si sólo hay una cámara de hibernación, sólo uno puede sobrevivir.
Pero, en tal caso, Yarkovsky, Parker o yo, tan sólo uno de nosotros pudo despertar en la cámara. Sólo uno de nosotros pudo partir desde el origen.
¿Y si no soy yo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario