Mijita despierta, que hoy vamos a montar la ofrenda. Sí,
ya sé que es temprano, pero hoy es el Día de los Muertos, mijita, ya vamos
tarde. ¡Venga, apúrale que vamos a ser las últimas de todo México, no manches!
Primero el altar, claro, es la base para todo. En el
armario está guardado el que ponemos siempre, agárralo ¿quieres? Es bonito, de
cartón, adornado con muchos colores. Súbete en la silla, así, ¿llegas? Claro
que llegas ya, qué mayor estás.
Lo adornamos con flores, las de cempasúchil florecen
después de las lluvias, y están los mercados llenos de ellas en estas fechas. Huelen
muy bien, dicen que son para guiar a los que vuelven. Mira aquí están, en la
cocina, las compró la abuelita, junto con el pan de muerto, que no puede faltar.
Pon las flores y el pan en el altar, así, muy bien, mijita. Y ahora las
calaveritas de azúcar, son mis favoritas. Las tuyas también, ¿verdad? Sí,
claro, puedes comerte una, qué ricas. Yo las pruebo luego, niña linda, muchas
gracias.
Ya casi estamos, falta el papel picado, en mi casa nunca falta.
Después, con los años, tú ya añades lo que veas, la botana, la cruz, la sal, el
espejo… En cada sitio lo hacen de una forma, todas valen, claro.
¡Ay, las fotos! Qué tonta, se nos olvidaban las fotos, son
casi lo más importante, para que sepan que nos acordamos de ellos, aunque
falten el resto del año. Sí, mijita, pon la mía también, claro. Yo ya sé que no
sólo te acuerdas de mí estos días, pero poco a poco te irás olvidando. Es normal, es ley de vida. Pon la
ofrenda cada año, que no se te olvide, para que pueda venir a ver cómo
creces y te conviertes en una mujer. Yo no faltaré a mi cita, niña linda, aquí
estaré todos los años, mi amor, mijita.
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