Nunca dejan de sorprenderme. Me paseo entre ellos
intentando entender qué les ronda en la cabeza, qué les hace tan fascinantes a
pesar de su fragilidad, por qué son capaces de lo mejor y de lo peor en aras
del amor. Nunca he encontrado una explicación que satisfaga todas mis preguntas.
Quizás sea lo efímero de su existencia. O quizás el
instinto de preservación como especie. O una mezcla de todo. O nada. No lo sé.
No creo que encuentre nunca la respuesta. He experimentado mil y una vez,
mezclando parejas de todas las formas posibles y hasta las imposibles, y sigo
sin comprenderlo.
Desde aquí, sentado en este tejado, invisible a los
mortales, tenso mi arco y tomo una flecha con punta de oro. Escojo entre el
gentío otra víctima más, y sin que me tiemble el pulso dejo que la saeta surque
el aire y atraviese su corazón. Contemplo embelesado el cambio que se produce,
como sufre y se deleita al mismo tiempo cuando piensa en el objeto de su amor, como
aparecen de repente las mariposas en el estómago y el terrible martillo de los
celos.
Y de nuevo asisto en primera fila a otra historia de
amor.
Cómo me gusta esta mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario