Bobo y Lumilio bajaron la vista abochornados. Aún
llevaban encima el hologramus que tan
bien les había servido para ocultar su verdadera fisonomía, por lo que
resultaba en cierto modo cómico observar a sus pamadres, indignados los tres hasta el último tentáculo de su
rechoncho y verdi-azulado cuerpo, amonestando tan seriamente a aquellos dos
adolescentes que asemejaban ser un par de cariacontecidos y barbudos humanos.
- ¿Acaso no sabéis que nunca debemos mezclarnos en los
asuntos de las especies atrasadas? – clamaba Volvorón, al que casi siempre le
tocaba llevar la voz cantante en la educación de sus desobedientes hijos.
- Imaginad que la duplicadora
de materia cae en manos de estos salvajes, ¿qué creéis que hubiera pasado?
A pesar de la bronca que estaban recibiendo, Bobo y
Lumilio no pudieron evitar una sonrisa, al tiempo que se miraban de reojo,
recordando la que habían montado en aquel monte, cuando solo tenían dos panes y
cinco peces, pero utilizando la duplicadora consiguieron alimentar a la
maravillada multitud. Nadie, excepto ellos, conseguía entender que siguieran extrayendo
más panes y peces de la cesta. Aquella trastada había sido incluso mejor que
cuando, un tiempo atrás, en una boda, añadieron extracto de vino super-concentrado
del planeta Alfa-Épsilon a los barriles de agua.
- La culpa – intervino Aaaarrggg, que como su propio
nombre indicaba, siempre era el más razonable de los pamadres - es de ese
amigote que se han echado. El otro día los pillé jugando con el rayo anti-gravitatorio,
haciendo como si anduviera sobre las aguas. El hijo del carpintero… ¿cuál era
su nombre?
- Ni idea – respondió Axhlebmlsrkes, quien completaba el
trío de pamadres – Estos humanos se empeñan en escoger nombres impronunciables.
- Pues eso se va a acabar. – sentenció Volvorón - Tenéis
prohibido volver a ver a ese tal…
- Jesús – intervino Bobo.
- Gracias – dijo Axhlebmlsrkes, al que la baja polución
del planeta provocaba molestos estornudos.
- Como se llame. - continuó Volvorón, incómodo por la
interrupción - Se está corriendo el
rumor de que estáis usando nuestra avanzada tecnología médica en estos
terrícolas, curando cegueras y parálisis… ¡Hasta resucitando muertos me han
dicho! Si quieren medicina, que la paguen. No estamos aquí de “misiones”,
puñetas.
- Pero pamá… - comenzó a quejarse Lumilio.
- Ni pamá, ni mapá. – amenazó Aaaarrggg, al que aquella
discusión incomodaba bastante - Dentro de tres días nos vamos y no quiero más
líos. Además, ya habéis estado de cena hoy, ¿verdad?
Bobo y Lumilio se
encogieron de hombros. La cena había estado bien, pero habían tenido que dejar
a su panda por la llamada de sus pamadres. A pesar de la bronca, tenían pensado
llevarse a su amigo con ellos, escondido en la bodega. Sería humano, pero era
muy divertido. Total, si los descubrían, ya lo traerían de vuelta dos mil años
más tarde, siglo más o siglo menos. Tampoco cambiarían tanto las cosas en ese tiempo.
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