No aguanto más. Si no
voy, me lo haré encima, y papá se enfadará mucho conmigo. Pero para ir al baño
tengo que pasar por delante del espejo, y el niño del otro lado me estará
esperando.
El niño que se parece
a mí, pero que no soy yo. El niño que vive en el otro lado.
A lo mejor, si cierro
los ojos y no lo veo… Si tapo mis oídos para no escucharlo, para no oír su voz oscura, esa voz que se parece a la mía
pero que no lo es.
Mamá probablemente no
se enfadaría tanto como papá si me hago pis en la cama, pero se pondría muy
triste. Da un poco igual, porque no está ya aquí. Papá dice que está en un
sitio donde la están cuidando, porque está malita, como cuando a mí me duele la
tripa. Solo que a ella no le duele nada. Dice papá que se pondrá bien, pero aun
así me da miedo que vuelva y se ponga triste.
Papá también está
triste. No llora delante de mí, pero yo lo sé. Creo que es porque mamá está en ese
otro sitio donde la están curando. Igual también está triste porque Elenita se
fue. Cuando le conté a mamá por qué tuve que ayudar a Elenita a irse, me miró
con los ojos muy abiertos, como cuando vemos una de esas películas de la tele
que le dan miedo. No sé si se puso triste o no, porque ya lo estaba antes, pero
me dijo en voz muy bajita que no le contara eso a nadie más, que sería nuestro
secreto.
También me dijo que
nunca más le hiciera caso al niño del espejo.
A veces pienso que
mamá está en ese sitio por mi culpa. Cuando le conté las cosas que me mandaba
hacer el niño del otro lado - el que no soy yo, pero se parece a mí -, yo creo
que se asustó un poco. Por la mañana iba a decirle una mentira, que todo era
una broma, pero no se levantó. Papá se puso muy nervioso, y llamó a
una ambulancia. La verdad es que fue muy emocionante, pero me daba mucha pena
cuando se llevaban a mamá. Iba dormida. Los mayores decían que era porque había
tomado muchas pastillas. Papá me llevó a casa de la abuela, y aquello al
principio me pareció una aventura, hasta que descubrí que el niño del otro lado
también se asomaba a los espejos de aquella casa.
Me dijo que ahora
Elenita y mamá estaban con él.
Yo creo que los
mayores piensan que fue mamá la que le ayudó a Elenita a irse. A veces pienso que
se lo tengo que decir a papá: que fui yo el que le puso la almohada encima de
la boca y apretó hasta que dejó de llorar, como me dijo el niño que no soy yo, aunque
se parezca a mí. Pero un secreto es un secreto. Se lo prometí a mamá, aunque
fuera en voz muy bajita. Además, papá seguro que se enfadaría conmigo. Se
enfadaría tanto que igual prefiere irse él al otro lado, con mamá, con Elenita,
y con el otro niño que se me parece, y yo me quedaría aquí solo.
Tengo que hacer pis,
pero tengo miedo del espejo.